Elevándose al cielo, la Sagrada Familia es la silueta más famosa de Barcelona, y cada una de sus formas es un símbolo trazado a conciencia por la mente genial de Gaudí.
Un prodigio modernista
El Templo de la Sagrada Familia ocupa una isla entera entre la calle Mallorca y Provença, y es uno de los lugares más visitados en Barcelona. Su construcción empezó en 1883 y todavía hoy continúa siguiendo los planos de Gaudí, el cual, consciente de que no vería acabado el templo, los dejó para sus sucesores. El arquitecto modernista le dedicó cuarenta años de su vida, los quince últimos en exclusividad, y se encuentra enterrado bajo la nave.
Este genial arquitecto legó a la ciudad una de las basílicas más originales del mundo, con un gran interés arquitectónico, y ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad. El simbolismo de sus tres fachadas principales, dedicadas al nacimiento (la única que Gaudí pudo ver acabada), la pasión y la resurrección de Cristo, está hecho con tanto detalle y tan profusamente trabajado que solo contemplar esta parte puede llevar horas. Resulta impresionante para los millones de visitantes que tiene cada año.
El bosque que toca el cielo
Con respecto al interior del templo, Gaudí se quiso inspirar en las formas de la naturaleza y diseñó enormes columnas en forma de tronco de árbol que lo convierten en un exuberante bosque de piedra. En la actualidad se han construido ocho de las dieciocho torres que él mismo planeó, para dedicar doce a los apóstoles, cuatro a los evangelistas, una a la Virgen y otra a Jesús. Gaudí solo pudo ver acabada una en vida, y todavía hoy es una incógnita cuántos años tendrán que pasar antes de que este enorme proyecto se vea acabado. Mientras tanto, continuará siendo uno de los iconos más emblemáticos de Barcelona y del modernismo.